DOMINIUS WINERY
ARQUITECTO: Herzog y de Meuron
LUGAR: EEUU, Califoria, Napa
FECHA: 1998
Este singular edificio destinado a la conservación de toneles y barricas, destaca por su cerramiento exterior y como las bodegas se confunden con su entorno. Gracias a los materiales elegidos para su construcción, Dominus, en el valle de Napa en California, es sin duda una de las bodegas más modernas de la actualidad.
El proyecto se basó desde el principio en una idea, que la construcción tuviese el mínimo impacto ambiental en el área circundante. Por ello se escogieron los materiales presentes en la zona, basalto verde oscuro y negro, además del hierro y el cristal, que iban a formar la estructura.
A lo lejos, el edificio, formado por una única pastilla, parece emerger de la tierra, como un muro detrás de los viñedos.
Desde el punto de vista tipológico se trata de una bodega para la conservación de toneles y barricas, con, además, una sección dedicada a oficinas. La intención del proyecto es doble.
Por una parte, en lugar de reducir el impacto visual provocado por las dimensiones del edificio (100 m de largo, 25 m de profundidad y 9 m de altura), los arquitectos suizos han elegido acentuar la desproporción y confiar el exterior a la estereometría de un volumen único y compacto.
Por otra, inventan una solución estéticamente nueva pero funcionalmente correcta en el uso de los materiales.
Al exterior el corte tornasolado del basalto, que difumina del negro al verde, atenúa sensiblemente el impacto ambiental que un objeto arquitectónico de este tipo corría el riesgo de causar. El edificio se confunde de este modo con el paisaje, del que se convierte, simplemente, en una línea horizontal más, apenas un poco más definida y precisa que las formadas por las hileras de viñedos. En el interior, la posibilidad de variar la cantidad de piedras dentro de cada una de las cajas permite hacer diferencias en el espesor de las paredes. Esto añade a la característica moderación de temperaturas, propia de los edificios antiguos, la de la ventilación y la iluminación natural, aunque, al contrario que se hace con los sillares antiguos, las piedras más grandes están encima, y las más pequeñas debajo.
La luz flota a través de los bloques, crea texturas impredecibles, que cambian según las diferentes condiciones externas y las formas de la piedra. El efecto, absolutamente inaudito, es el de un encantador parasol, duplicado por el cristal en la zona de oficinas. En contraste, los "cortes" operados en la mole compacta de la construcción, correspondientes a los accesos para automóviles, permiten conectarse de nuevo con el sereno paisaje de colinas que se encuentra a sus espaldas.
La piel del edificio está constituida por cajas modulares de red metálica que contienen bloques de piedra local de formas y tamaños diferentes -una técnica usada habitualmente en ingeniería fluvial- contenidas y fijadas en el interior de una estructura metálica también modular.